Convertirse en un guerrero masái no es cosa de un día. A lo largo de la historia los ritos de paso de la niñez a la edad adulta han estado muy presentes en diversas culturas y la tribu masái no es una excepción.

Esta no es la primera vez que nos sumergimos en los usos y costumbres de la tribu de los masái. No en vano, se trata de uno de los pueblos más famosos del continente africano y la imagen de sus túnicas rojas y sus danzas saltarinas han dado la vuelta al mundo.

En esta ocasión no vamos a centrarnos en cómo es una boda masái o en las hermosas leyendas de esta comunidad sino en algo mucho más importante si cabe: el viaje hacia la madurez que permite a los niños masái convertirse en auténticos guerreros.

El momento crítico en la vida de un niño masái llega entre los 14 y 17 años. Antes de ser considerado un hombre deberá superar la ceremonia del Emuratare, es decir, la circuncisión. Pero antes de que este hito tenga lugar es necesario que le muchacho prepare una bebida especial a base de miel y aloe vera.

¿Sabías que los asistentes al Emuratare se visten de negro? Esto contrasta un poco con la imagen de los llamativos atuendos de los masái que todos tenemos en la cabeza pero tiene su explicación.

Resulta que el negro representa la capacidad de sobreponerse ante la adversidad y es de sobra sabido que la circuncisión es un momento delicado en la vida de un joven. Es en ese instante cuando se ponen a prueba la valentía y la resistencia al dolor del futuro guerrero.

Después de la circuncisión, el joven masái pasa a ser un guerrero Moran. Los Moran forman un pequeño grupo y deben abandonar la aldea durante un año. El objetivo es que aprendan a sobrevivir en plena naturaleza cuidando los unos de los otros. Se les puede distinguir por sus largas rastas y los coloridos abalorios de su ropa.

Pasado este particular año de formación y aprendizaje los jóvenes guerreros vuelven a su aldea. Su regreso se celebra con una gran fiesta que dura varios días. Es entonces cuando por fin pueden raparse el pelo y deshacerse de las rastas.

Sin embargo, a pesar de los logros conseguidos todavía no estamos ante hombres de pleno derecho. Para alcanzar ese estatus los muchachos deberán acampar un mes fuera de la aldea con otras chicas de su edad y un guía espiritual que les ayudará a purificarse de los actos cometidos durante su año como Moran.

En definitiva, llegar a ser un guerrero masái es un proceso largo, laborioso y exigente. Antiguamente lo era todavía más ya que se exigía a los jóvenes acabar con la vida de un león pero afortunadamente esta práctica ha caído en desuso para proteger la riqueza de la fauna de parques y reservas.

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